Resistencia, capacidad aislante y estética: estas son las tres cualidades que se suelen citar cuando se habla de revestimientos para suelos a base de fibras vegetales. Existen tres especies de fibras y se utilizan con mayor frecuencia: coco, sisal y hierba marina. Si bien las tres pueden soportar la aspiradora sin problema, los tres materiales también tienen sus propios requisitos.
El pasto marino debe trabajar en su flexibilidad
Lo primero a tener en cuenta con respecto a este tipo de recubrimiento es la necesidad de humedecerlo con regularidad. Cada dos o tres meses, pasar un trapeador húmedo sobre un suelo de algas marinas ayuda a recuperar su flexibilidad. Cuando llegue el momento de limpiar, la aplicación de un champú seco, adecuado para este tipo de material, servirá. El gran oponente de las fibras vegetales es el líquido en grandes cantidades, lo que puede provocar la pudrición y la aparición de moho. Para superar este problema, lo mejor es absorber rápidamente las gotas de agua que hayan caído al suelo con una toalla de papel.
El sisal rechaza el polvo
Este material es sin duda el más fácil de limpiar. Al tener facultades que impiden la adherencia del polvo, el sisal se presta muy bien a una aspiración que será suficiente para eliminar las partículas refractarias. Por otro lado, es importante que se aplique un champú regular en la superficie, una o dos veces al año.
El coco tiene sus requisitos
Una alfombra de coco no siempre es fácil de aspirar debido a sus fibras muy apretadas. En este caso, no es necesario forzar con el cepillo, a riesgo de dañar el tejido. Para los lugares más inaccesibles, el uso de una cinta adhesiva permitirá eliminar la suciedad. Por otro lado, las fibras también deben lavarse con champú aproximadamente dos veces al año con un producto especial sin agua. Porque una alfombra de coco no debe tratarse con agua.